Las bondades de la margarina

Cuando en la década de 1950 se descubrió una correlación entre dietas que incluían grasas saturadas y problemas cardiovasculares, la margarina saltó definitivamente a nuestra dieta. Había que acabar con las fuentes de grasas saturadas y la mantequilla es una de ellas. Así que un alimento que surgió en el siglo XIX en Francia como sucedáneo para los pobres que no podían adquirir la añorada mantequilla, se convirtió en el producto estrella de la campaña antigrasa.

Se dio la vuelta a la tortilla y lo que era un producto de baja calidad se convirtió en todo lo contrario gracias a las grasas poliinsaturadas de los aceites vegetales. Claro que, como todos sabemos, estos aceites son líquidos a temperatura ambiente: basta con mirar que son botellas y no barras lo que encontramos si buscamos aceite de oliva, de girasol o de colza. Para convertirla en “untable” hay que hidrogenarla usando pequeñas partículas de óxido de zinc como catalizador. Si sumamos una serie de procesos o aditamentos para hacerla parecer más a mantequilla -que es realmente lo que nos gusta-, por ejemplo el uso de blanqueadores para hacer desaparecer su poco apetecible color gris, tenemos un producto que hasta la década de los 90 se recomendó como saludable por las instituciones médicas de referencia mundial, y médicos y nutricionistas cantaron a coro las bondades de esta ”mantequilla falsificada”.

Sin embargo el proceso produce las llamadas grasas hidrogenadas trans, que son tóxicas para el organismo aunque nuestro cuerpo no las reconoce como tales y, por tanto, no se eliminan. Su presencia eleva los niveles del “colesterol malo” en el organismo, los triglicéridos, favorece la inflamación, la formación de coágulos e incluso disfunción del sistema inmune y esterilidad. Vamos, que muy saludables no son. Y lo peor es que estas posibles consecuencias ya se intuían a mediados del siglo XX.

En la década de los 90, 40 años más tarde de su aparición y después de 30 años de que las instituciones médicas y sanitarias recomendaran a la población este producto, empezaron a salir al mercado margarinas con muy bajos contenidos en grasas trans. ¿Lo peor? Que nadie ha pedido responsabilidades a quienes cantaron alabanzas de la margarina.

Texto: M.A. Sabadell
Fotos: Autor
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  1. ¡Cómo ocurre en tantas y tantas ocasiones en este mundo del comercio y la explotación a gran escala de los alimentos, la industria de la alimentación nos fagocita con sus intereses, campan a sus anchas en lo subliminal y dominan nuestros impulsos de compra y consumo, sometiéndonos a sus caprichos!. Lo que hoy es sano, mañana puede ser denostadísimo enemigo de nuestro corazón, riñón o hígado!. ¿Quién indemniza?. Nadie y sino que se lo digan alos afectados por la colza qeu tras tantos lustros aún no todos han cobrado. Ya lo decía mi abuela:
    – ¡No hay quién se fíe, hija, compra lo que te guste a tí, come poco, pero bueno y de todo, digan lo que digan!.
    Sardinas, aceite, margarina,… ejemplos sobran. ¡Temblando ando cada vez que oigo elevar al Olimpo, en los últimos años, a la Soja y sus isoflavonas!. ¿Para cuándo entre bombardeo de anuncio y anuncio elogiando su estupendo poder antisofocos, su sabor sustitutivo de la leche, etc. se nos va a advertir de sus aspectos malignos?- que los tiene- Mucho más si es transgénica, o si sobrepasamos el límite de consumo diario, lo cual no es difícil proque hoy en día se usa como emulgente para todo. Seguro que, más tarde o más temprano, será otro mito creado para caer. Como tantos otros: bayas de goyi, … ¡Prudencia y leer, escuchar a los expertos no comprados por el Mercado!- ¡Qué los hay y de muestra basta este «botón»!. Gracias por vuestros consejos.

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