Imprescindible. Al menos para aquellos que disfrutamos de las horas que le robamos a nuestras rutinas en las plazas de los mercados.
El céntrico mercado de San Miguel, Madrid, se presenta ante el visitante como una oportunidad en dos sentidos, nos permite descubrir infinidad de productos al alcance de pocos (ya sea por precio o por distribucion), y además nos permite adquirir y consumir in situ aquellos productos que consiguen captar nuestra atención. Ningún detalle queda al azar, desde la diversidad de la oferta hasta el propio edificio, ecléctico, como el propio concepto del mercado, convergencia armónica de pasado y futuro con un único objetivo, saciar el hambre de novedad y frescura de los paladares más exigentes.
No es fácil encontrar en España un establecimiento donde probar ostras francesas de diferentes calibres, acompañadas de champagne, coexistiendo con una frutería, uno de pastas italianas frescas artesanas a granel, y uno de caviar y vodka. Y ante este huracán de productos, olores y sabores, el mayor problema es la elección. Nuestro consejo, dejense llevar por sus apetencias más instintivas porque no se equivocarán. En nuestro caso lo tuvimos claro.
Primera parada, el sugerente puesto de vermús flanqueado por una amplia selección de vinos andaluces a granel consiguió convencernos, así que empezamos con un Martínez Lacuesta reserva especial acompañado de salazones y patatas chips artesanas fritas en aceite de oliva.
Tras una vuelta de reconocimiento el elegido fue el bacalao, en un puesto que además de comercialiazarlo en todos los formatos, elaboraba al momento unos diez montaditos diferentes, de los que probamos la mayoría, nos quedamos con su Ajoarriero. Al tiempo que disfrutamos del bacalao, otros elegimos un surtido de nigiris y makis del puesto nipón, acompañados de cerveza de arroz para refrescarnos. Especialmente merecedores de mención los preparados con anguila y vieira.
Con el estómago asentado llegó la hora de disfrutar de un buen vino, lo hicimos en un puesto en el que te encuentras la posibilidad de disfrutar de casi cualquier vino por copas, cosa poco frecuente, donde elegimos un vino de la zona, Las retamas del Regajal, y una Monastrell de Juan Gil, D.O. Jumilla. Como anécdota un grupo de extranjeros nos instaban a probar un gran vino del que se habían bebido dos botellas, era Roda I, epítome riojano, 10.50 euros por copa… La elección de los vinos condicionó la siguiente elección, y nos dirigimos sin duda a una charcuteria. Alli probamos chicharrones y longaniza de pascua (con un precio un poco desproporcionado), y cómo no jamón iberico al corte.
Cuando ya llevabamos un tiempo en el mercado mirandolas de refilón, algunos no pudimos reprimirnos de probar las ostras. Puedes encontrarlas gallegas o francesas de diferentes calibres, y las sirven al gusto aliñadas o no. Elegimos un puesto de ostra francesa por la oferta de calibres, de los que probamos varios. Sensacionales. En contrapartida elegimos mejillón gallego, también particularmente bueno, apostando por el producto nacional.
Llegando al final probamos una selección de croquetas artesanas, bien elaboradas, pero prescindibles, y acabamos nuestro paseo con una Burrata auténtica de la Fromagerie acompañada de confitura. La sencillez hecha perfección. Un producto fetiche para nosotros, de muy dificil acceso por lo complicado de su distribución, y además a muy buen precio.
Para acabar, las opciones son muchas y especialmente seductoras, la yogurtería con vasitos de todos los sabores y colores elaborados al gusto y al momento, la pastelería y su singular selección de macarons, o la tradicional frutería con sus zumos y bandejas de fruta natural preparada… Pero al final nos decidimos por un clásico, el helado en este caso de canela, delicioso.
Cuando dejas el mercado te das cuenta de que no has probado, el caviar, el chuletón de buey ESLA, las raciones de la paellería, la focaccia de la panadería, y un sinfin de quesos a los que echaste el ojo. Pero en realidad eso es fantástico, en la próxima visita no perderemos tiempo en elegir…
No os defraudará. Bravo por este proyecto, quizá algún dia veamos algo así en Zaragoza…