Rudy Kurniawan supo seducir a los paladares más exigentes y a las billeteras más abultadas. Los coleccionistas y las grandes fortunas se agolpaban en las salas de subasta, donde él se dignaba a ceder algunas muestras de sus excepcionales botellas. Podría ofrecer las cosechas más prestigiosas: Romanée-Conti, Château Cheval Blanc, Château Pétrus, para quien pudiera pagarlas, claro.
Una producción casera
Para este joven chino nacido hace 37 años en Indonesia, los negocios marchaban sobre ruedas, mucho mejor de lo que podía haber imaginado cuando puso un pie en la estrecha plaza donde se negocian las grandes cosechas. Pero hay que ser justos, Rudy Kurniawan luchó mucho para hacerse un lugar en la cima. Cuando la policía allanó en marzo de 2012 la casa en la que vivía con su madre, en Arcadia, California, encontraron un «laboratorio de falsificación de vinos”: botellas y corchos antiguos, 19.000 etiquetas fabricadas e impresas caseras, cola, cápsulas, todo lo necesario para fabricar vinos de 50, 80 o 100 años de antigüedad. Incluso la temperatura de casa se mantenía entre 12 y 13°, como en las buenas cavas. También habían cajas de vinos hasta el techo, que servían para fabricar mezclas indetectables.
Pero más allá de estos artificios, Rudy Kurniawan contaba realmente con un paladar de excepción, y de hecho era considerado por sus pares como uno de los mejores expertos del mundo, lo que le permitía elaborar grandes «cosechas a medida”.
Con estos talentos, el joven empezó a acumular una pequeña fortuna a partir de 2002, año en el que lanzó su negocio, antes de instalarse en Estados Unidos en 2003.
Entonces comenzó a constituir un fondo gracias a los cientos de miles de dólares gracias a préstamos bancarios, que le permitieron convertirse rápidamente en un coleccionista reconocido.
En 2006, embolsó 35 millones de dólares en dos subastas en Nueva York. En 2007, su credibilidad le permitió endeudarse por 11 millones de dólares. Su tren de vida se volvió fastuoso, ya nada era demasiado caro para esta nueva estrella entre los conocedores. Cada tanto, ponía en el mercado algunas botellas, las verdaderas mezcladas con las falsas, en las salas de ventas más reconocidas. De este modo, construyó su reputación como “uno de los cinco mayores coleccionistas del mundo”, según uno de los expertos presentes en el juicio que se celebra esta semana.
La caída del rey de copas
La vida exitosa vida de Rudy Kurniawan podría haber continuado sin problemas, si no fuese por otro hombre, Laurent Ponsot, copropietario de los viñedos Ponsot en Borgoña y productor, entre otros vinos, del prestigioso Clos Saint-Denis.
Un día de 2008, Ponsot se mostró intrigado por la subasta de 97 botellas de los años 1945 y 1945 de su propiedad, vendidas entre 440.500 y 602.000 dólares. “¿Por qué le sorprendió?”, le preguntó un juez durante su comparecencia en el tribunal. “Porque esa apelación, Clos Saint-Denis en nuestro viñedo es de 1982”, respondió indignado el viticultor. Rudy Kurniawan permaneció impasible ante las acusaciones.
Su abogado apenas reconoce que su cliente adquirió miles de botellas de grandes vinos por año y con semejantes cantidades «comenzó a comprar falsas botellas», aunque «no estaba suficientemente educado para distinguir la diferencia».
El abogado aseveró que Kurniawan «no quería engañar a la gente», sino que su intención era «mejorar» algunos vinos que había comprado.
Entretanto, otros dos propietarios de Borgoña también explican que otras botellas presentadas como si fuesen de sus bodegas también son falsas, con firmas adulteradas en etiquetas de 1899, 1911 y 1933 de Romanée-Conti, una verdadera rareza.
Algunos han pagado mucho dinero por estas falsificaciones, como el multimillonario Bill Koch, otro de los testigos del juicio. El magnate petrolero gastó dos millones de dólares en supuestos vinos excepcionales. Ahora, invirte 25 millones de dólares en una campaña para sanear este mercado.
Porque en el mercado de las superbotellas, el fraude es rey. Bill Koch está convencido de ello. “Las grandes casas de remate cierran los ojos mientras los coleccionistas se tapan los oídos”, ironiza. ¿Quién quiere que la verdad estalle? En todo caso, no los que han invertido en este sector que se aleja tristemente del terruño para convertirse en un objeto de especulación y de tentación para los falsificadores.
Para Laurent Ponsot, quien se ha transformado en un sabueso, el 80% de los vinos de las mayores bodegas de Borgoña anteriores a 1980 vendidos hoy en remates son falsificaciones. De hecho, la falsificación representaría el 20% de comercio mundial.
Este miércoles, el jurado empezó a deliberar. De ser hallado culpable, Rudy Kurniawan podría ser condenado a 40 años de pan… y agua.
Fuente: Radio Francia Internacional. Basado en un artículo de Claire Arsenault