Chartreuse ¿el más buscado?

La leyenda es conocida: en 1605, François-Annibal d’Estrées, futuro mariscal de Francia y antiguo obispo de Noyon, dio a los monjes de la Cartuja de Vauvert, en París, una misteriosa fórmula para un elixir de larga vida. Esto era habitual en la época: abundaban los libros de ‘secretos’, repletos de fórmulas que prometían retrasar la muerte lo máximo posible. Puede que la fórmula de Estrées fuera fiable (murió casi centenario), pero se dice que era difícil de descifrar, y no fue hasta 1737 cuando el boticario de la Grande-Chartreuse, la casa madre de la orden, consiguió por fin producir lo que se convertiría en el elixir vegetal de la Grande-Chartreuse, vendido hoy, más modestamente, como un tónico para resfriado (la medicina ha hecho grandes avances desde el siglo 18). La intensidad de este extracto hace que se consuma por gotas esparcidas sobre un poco de azúcar (de hecho, así se sigue tomando a día de hoy). Y eso, a nivel comercial, no era necesariamente ideal, en particular cuando empezaron a surgir rivales ‘potables’, es decir licores de hierbas, especias y raíces vendidos en formato diluido y azucarado. En 1840, los monjes lanzan ‘su’ respuesta, la Chartreuse verde. Poco después seguirá Chartreuse amarillo, con una gradación un poco más baja y un perfil aromático más fácil. Fue entonces cuando los licores de los cartujos empezaron por fin a salir de su región y a adquirir una importancia económica decisiva para la orden.

Desde el mueble lleno de digestivos de una antigua familia francesa hasta los bares de los primeros mixólogos estadounidenses (que la utilizaron por primera vez en los coffee-shops en 1880), Chartreuse es imprescindible. A todos les seduce, por supuesto, la altísima calidad de los productos: aguardiente de vino, hierbas y plantas seleccionadas con esmero, maceración cuidadosa y un largo reposo en barricas de roble. Detrás del equilibrio del licor y de su bella persistencia, se intuye el trabajo experto, forjado a lo largo de generaciones.


Inicialmente, Chartreuse se destilaba en el propio monasterio. No es hasta 1864 que los monjes abren una destilería independiente, en un lugar llamada Fourvoirie. Los Chartreuse de esta época son casi imposibles de encontrar. En la subasta de Baghera/wines, hay tres botellas de Chartreuse destiladas en el monasterio, con valoración estimada entre 10000 y 20000 euros para una de ellas y el doble para las otras dos. De Fourvoirie, donde los monjes destilaron hasta 1903, hay 7 lotes, uno de ellos, un Chartreuse verde, estimado en unos 500 euros, lo que puede parecer una ganga pero seguramente tenga una explicación: la estimación media de los otros lotes es quince veces superior.

© Baghera/wines

Uno de los factores que también contribuyeron a la fascinación que sienten los coleccionistas por los licores de Chartreuse son las desgracias históricas. El Estado francés se enfrentó a la orden en varias ocasiones. En primer lugar en 1793, tras la revolución francesa, pero sobre todo en 1903, cuando el Estado expulsó a la orden de Francia y le expropió tanto la destilería como la marca. Los monjes se trasladaron a Tarragona y relanzaron la producción bajo un clima menos inhóspito. En 1921, los monjes cartujos regresaron a Francia y durante ocho años produjeron en Marsella un licor llamado… Tarragona. No fue hasta 1932 cuando pudieron regresar a sus antiguas instalaciones tras recuperar su marca histórica. Durante este intervalo de tiempo, la marca Chartreuse estuvo entre las manos de otras empresas, como Cusenier. Por eso, los licores auténticos de los cartujos se vendían bajo el nombre Tarragona, incluso cuando se elaboraban en Marsella.

Se pone en subasta una veintena de lotes de esta primera época de Chartreuse en Tarragona (1904-1930). La estimación es obviamente inferior a la de los lotes de antes de 1903, pero suelen rondar los 5000 o 6000 euros mínimos. No se ofrece ninguna botella destilada en Marsella, donde los monjes estuvieron menos de diez años. Hay sin embargo, unas cuantas botellas de Chartreuse ‘Jadis’, botellas comercializadas entre 1932 y 1935, que se elaboraban en Fourvoirie. En 1935, los monjes deben abandonar Fourvoirie después de un corrimiento de tierras. Los últimos licores que produjeron ahí son conocidos como ‘Jadis Eboulement’ y valen muchísimo dinero. En la subasta de Baghera/wines se ofrece en un solo lote tres formatos distintos, estimados en unos 7000 euros mínimo. En 1936, los cartujos abren la destilería de Voiron. Mantienen a la vez la destilería en Tarragona, que no cerrará hasta 1989.

Méfiez-vous des contrefaçons: publicidad del Chartreuse ‘robado’. © Baghera/wines

No solo la historia impacta el valor de las Chartreuse. Los monjes sacaron a lo largo de las décadas una cantidad muy llamativa de ediciones especiales o limitadas. También existieron versiones que desaparecieron. Es por ejemplo el caso de la Chartreuse blanche, una versión más barata, que se comercializó entre 1880 y 1903 aproximadamente.  Hoy conocemos las ediciones MOF, 1605, Episcopale o 9e Centenaire, así como las VEP verde y amarillo (Veillissement Exceptionellement Prolongé — Añejamiento excepcionalmente prolongado), pero ¿sabías que estas últimas fueron precedidas por la rarísima VE (Vieillissement Exceptionnel)? ¿Has oído hablar de la pasta de dientes chartreuse? Una botella alcanzó unos 1730 euros en una venta récord en Christie’s (y, claro, en la subasta de Baghera/wines puedes también adquirir tu pasta de dientes de Chartreuse, por si quieres compararla con el sabor de Paradontax herbal).

Entre las ediciones limitadas, muchas de ellas lanzadas para celebrar acontecimientos históricos, suele despertar mucho interés las VEP Cuvée Olympique, que se regalaban a los ganadores de las medallas de oro en los Juegos Olímpicos de Invierno organizados en Grenoble en 1968. Hace unos años se vendió una por 1300 euros, seis veces más de lo estimado. En la subasta del mes que viene, la estimación de un lote de dos botellas de esta edición alcanza un mínimo de 6000 euros. Esta espiral inflacionista no va a detenerse, y con la muerte de la reina Isabel II de Reina Unido, despierta mucho interés ver lo que va a pasar con los licores VEP que los monjes destilaron para su coronamiento en 1953 (y comercializaron en 1966).

© Baghera/wines

En 2018, Chartreuse abrió Aiguenoire, la séptima destilería de su historia, en Entre-Deux-Guiers. La de Voiron, en el centro del pueblo, se había vuelto incómoda. Pero nueva destilería no quiere decir incremento de producción, ni bajada de precios. Una VEP valía unos 100 euros en 2015 y podía encontrarse en muchas tiendas. Hoy en día, es casi imposible dar con ellas y suelen costar unos 300 euros. Seguirán subiendo. Más allá del coleccionismo la demanda de Chartreuse normales nunca ha sido tan alta. Sin embargo, se anunció a principios de años que los monjes se negaban a aumentar la producción. No quieren vender más alcohol que lo que necesitan para mantener vivo tanto el monasterio como la orden y se sienten incómodos con las consecuencias ambientales e, imagino, sociales del negocio en el que llevan metidos desde tantos siglos. Los profesionales del mercado secundario están encantados.

La subasta de Chartreuse organizada por Baghera/wines tendrá lugar en linea los días 4 de marzo (licores de Francia) y 5 de marzo (formatos grandes, licores de España y elixirs).

Más detalles y catálogo en la web de Baghera/wines.

Texto y fotografías íntegramente obtenidos de la magnífica web https://jaibol.substack.com/

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Se subastan algunos de los whiskys más raros del mundo

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El whisky es una de las bebidas más coleccionables. Y como muestra un botón. Hace poco fueron subastados algunos de los whiskys más raros del mundo en Glasgow, entre ellos 2 botellas de Ardbeg 33 años de edad Cask Strength, sopladas a mano con etiquetas elaboradas en plata de ley dignas de la mejor colección.
Otro whisky notable que formará parte de la subasta es un Bowmore de 40 años de edad embotellado en 1955, con un precio que oscila entre los 5000 y 6000€, una rareza de la cual existen sólo 306 botellas en existencia.
Stephen McGinty, especialista en subastas, comentó:
«El número de botellas de calidad que llegan a la casa de subastas ha crecido en los últimos años y esto ha llevado a los coleccionistas de lugares tan lejanos como Estados Unidos, China y Australia a buscar subastas para asegurar algunos de los whiskies más raros del mundo”

Luego añadió:
“No hay duda de que el whisky se sigue considerando como una oportunidad de inversión a largo plazo con los buenos ejemplos de las 5 grandes destilerías – Macallan, Bowmore, Highland Park, Springbank y Ardbeg – que con frecuencia superan las inversiones más tradicionales. En la última venta de Bowmore de 1957 se pagaron 2.200€ – un 37,5% más que la estimación más alta – mientras que un Macallan de 25 años de edad, se vendió por 1.000€ – un 20% sobre el precio de orientación.»
Entre los subastados también figuró un Port Ellen de 12 años de edad en botella, elaborado para conmemorar la visita de la Reina a la destilería en el año 1980 y está estimado entre 6.000 y 7.500€.
Como es lógico muchas personas sueñan con tener entre sus colecciones algunas de estas botellas valoradas en grandes sumas de dinero y de gran rareza, esto permite a las casas encargadas de las subastas posicionarse con grandes oportunidades de inversión y ganancias para nada despreciables.

 

 

 

Fuente: El blog de Uvinum