Chateau Lafite Rothschild 1982 desde 15€

En China también imitan los vinos franceses

Famosas y reputadas creaciones han sido las primeras víctimas de este negocio, que tienen predilección por el Chateau Lafite. Éste es muy conocido en China gracias a su tradición y refinamiento de origen, así como a un nombre relativamente fácil de pronunciar.

 

Pese a que no cuenta con la cultura milenaria del vino, el país se convirtió el año pasado en el primer cliente de la región de Burdeos (suroeste de Francia), al duplicar sus importaciones y al invertir en seis Chateaux en los últimos tres años.

«Es un consumo de imagen, nada que ver con el gusto», explica a la agencia de noticias AFP Romain Vandevoorde, un importador pekinés. Algunas personas con poder adquisitivo pueden gastar hasta  7.700 dolares por un Chateau Lafite Rothschild 1982.

Uno de los síntomas de la creciente afición asiática al producto es la apertura de centros de cata y de formación. Wang Li, que asiste a un curso en la escuela Easescent de Pekín, resume la simple relación que tienen los chinos con las vides: «Los tintos son para los hombres, y los blancos, para las mujeres».

Li asegura que «un buen vino permite demostrar que se tiene un status social alto», y que «una gran marca y un precio alto son dos elementos importantes para el vino».

Pero China, país precursor de las imitaciones, también se ha lanzado a falsificar el producto de la vid, al ofrecer grandes gangas a los consumidores. «Hay por todas partes, desde los más simples a las gamas más altas», cuenta Vandevoorde.

«Una gran parte de los vinos son falsos», revela el importador. «Hay más (botellas de) Lafite 1982 en China que las que se han producido en Francia. Si se encuentra una, ¡hay que desconfiar!», advierte el experto.

Es difícil evaluar las pérdidas que las falsificaciones producen al sector vinícola. La escala de precios es muy amplia: se encuentran imitaciones desde 15 hasta 5.700 dólares americanos.

En las ferias del ramo, cada vez más frecuentes en el país asiático, los expositores presentan sin vergüenza muchos vinos falsos. Copias, a veces, mal hechas. En los grandes establecimientos y en las pequeñas tiendas se pueden encontrar botellas de Burdeos con un producto hecho a partir de agua edulcorada, colorantes y aromas artificiales.

Los artículos para la imitación de grandes cepas son vendidos a precios baratísimos bajo la etiqueta de «grandes crús» de 1983.

Además del gusto, que delata autenticidad, sólo pequeños errores ortográficos revelan a primera vista que se trata de una falsificación: Chatelet Latour o Laffite, unos detalles que difícilmente detecta un consumidor no acostumbrado a la ingesta.

Pero «hay copias muy bien hechas, generalmente se utilizan botellas de grandes crús para rellenarlas», agrega Vandevoorde. Los recipientes vacíos de categoría se venden en Internet.

«Existen también mezclas que consiguen engañar a los mejores enólogos, muy buenas copias», afirma el empresario.

Aunque los chinos sólo beben un litro al año por persona, está previsto que ese país se convierta en 2014 en el sexto consumidor mundial de vino, un dato que augura un próspero futuro a las falsificaciones.

Wen An, fundador del centro Easescent en 2004 y que presume de haber formado a 10 mil enólogos en siete metrópolis, estima que serán los propios consumidores los que creen «un mercado sano». «Cuando los chinos tengan la capacidad de distinguir entre los buenos y los malos -vinos-, ya no escogerán productos falsificados», augura.

Fuente: ADF
Fotos: Autor
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